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PRÓLOGO


Esto que presento, es un trabajo depurado de muchos años, tamizado por un sinfín de preguntas diversas, desde las más inocentes hasta las más ridículas en apariencia.

Hay que tener una respuesta para cada pregunta, eso lo sabe cualquier profesor. Cada vacío que genere una duda, deja una clase medio vacía, tarde o temprano.

Los profesores, deben bajar a los niveles del alumno principiante y pensar qué es lo que realmente necesitaría saber para incorporar los contenidos del futuro. Qué se necesita para llegar a ese nivel de improvisación pura, y cuáles son los esquemas fijos necesarios que seguirá utilizando siempre, en cada nivel de tango.

En un primer momento, este estudio puede parecer frío y severo. Pero los bailarines que más tarde querrán improvisar, necesitarán de una base lo más completa posible.

Si tomamos como punto de referencia a una persona que tiene una capacidad de asimilación normal, consideramos que en unas 10 o 12 clases (tres meses), podrá hacerse con los contenidos y movimientos básicos necesarios y tener una idea general del baile en sí.

Existe un grado de inteligencia motriz en cada uno de los individuos. Por eso algunos aprenden antes que otros. Pero si de tango salón estamos hablando, no hay persona en la tierra que no pueda bailarlo. Por lo tanto, achaco más a la falta de una teoría lógica y concreta de inicio para los que comienzan a bailar, o sea, a la labor de los profesores, que a la falta de dedicación y voluntad de los alumnos.

Lo importante radica en cuáles son los contenidos que incluyen los conceptos que el alumno debe aprender en esa etapa temprana de aprendizaje. Qué es lo que realmente necesita. Qué se enseña primero. Cuál es el grado de tolerancia de los profesores en los errores y hasta dónde se puede exigir en cada clase. En qué momento se puede abordar una temática como la improvisación, y cuáles son los estadios previos a esta dinámica. Como reforzamos la seguridad del alumno. Hasta que punto hay que desgranar cada uno de los contenidos para su mejor asimilación. Cuáles son los recursos metodológicos adecuados a cada etapa de aprendizaje. Qué hacemos para que los contenidos iniciales no agobien ni aburran. Cómo mantenemos la atención despierta del alumno a lo largo de las clases.

Me he encontrado con muchos profesores, cada uno con teorías distintas: uno que llevaba a la compañera con la frente, otro que le anunciaba los pasos con diferentes presiones con los dedos en la espalda, otro que desechaba cualquier movimiento "extraño" como una bolea. Pero eso sí, todos con la absoluta convicción de que su teoría estaba protegida con unos cimientos muy profundos, inamovibles y de experiencia contrastada.

Por suerte, me encontré con profesores que aplicaban la lógica, la comodidad, el porqué a todos los movimientos, lo que me indujo a seguir por el camino de estudiarlo todo antes de enseñarlo.

No tienen más autoridad aquellos que hayan nacido debajo de una milonga que aquellos que se hayan tomado el trabajo de hacer legible a los alumnos un cúmulo de contenidos, conectados entre sí, enseñados en el orden que corresponde.